El Estado de la Nación (4)
Delincuentes al poder, manifestantes a la cárcel. El neo feudalismo
Rato. Undangarín. Pujol. Bárcenas. Eres. Suicidios. Eurovegas.
La Banca. El poder real. Los banqueros: como en tiempos feudales. Señores
de horca y cuchillo. Ahora destruyen los beneficios sociales alcanzados tras
años y años de luchas, a veces ciudadanos de su reino mueren de hambre, por
falta de atención médica, sus hijos cada vez sufren más carencias para poder
estudiar, imposible acceder a las Universidades, hablar de estas cosas es
demagógico, dicen, mientras juegan al golf, frecuentan estaciones de sky, toman
caviar en fiestas y reuniones acompañados de sus mujeres, prostitutas de lujo,
amantes masculinos de diseño hortera, se exhiben en la mugre de televisiones
pagadas con su sucio dinero.
Los nuevos terratenientes, los señores no ya de horca y cuchillo sino de
cheques, cuentas bancarias en paraísos fiscales y policías y justicias a su
servicio.
Y mientras ellos suman y suman sus beneficios, no dejan de pontificar que
los jubilados españoles que cobran de 600 a 1000 -tal vez algo más, no mucho-
euros mensuales, deben sacrificarse y renunciar a parte de ellos para salvar a
esta España que ellos tanto aman.
Patriotas, si, pero por encima de todos los patriotismos se encuentra el
dinero que ellos acumulan a costa de los siervos a los que dirigen desde sus
castillos feudales.
El PSOE. El principal partido de la
oposición pide calma en sus acciones políticas. No se deben exacerbar las
protestas. El Gobierno es cosa de dos, piensan, y para ello trabajan. Hoy por
ti, mañana por mi.
Y tienen miedo de llevar lejos las consecuencias de sus protestas, sobre
todo porque cada vez que airean una crítica, alguien les pasa un papel en el
que se airea una sigla. ERE. Sin duda que existen otra menores. Pero esta ha
calado demasiado en sus actos y representaciones.
Que buenos discípulos tuvo aquel Señor, el que supo sentenciar que siempre
todo quedaba atado y bien atado. Atado y bien atado para que sea imposible
desatascar los infinitos, mugrientos y criminales nudos de la corrupción. Todo
sea en el acatamiento de la sagrada democracia.
Suicidios. De vez en vez suena el eco de las pobres gentes que se suicidan.
¿Suicidios o asesinatos? He ahí la cuestión planteada a los señores de los
castillos y de los reinos de nuestros días por cualquier aprendiz de
Shakespeare.
Reflexionemos: ¿no sería mejor fomentar campañas cívicas para que los
asesinos que inducen a sus víctimas con sus leyes económicas y actos de
represión a quienes las incumplen a quitarse la vida , es decir, esas gentes
del feudalismo bancario y de sus empleados políticos, incluso de los
inexistentes Alayas que impidan los desmanes de los poderes financieros, cuyos
rostros contemplamos a diario en los periódicos, la TV, tuvieran que sufrir su
protesta, “acoso” las llaman ellos, que los presuntos suicidas se transformaran
en activos combatientes, que de acosados pasaran a acosadores?
Eurovegas. Y mientras, mentiras entre las mentiras, otros rostros, el de alguno que parece sacado de un film de serie negra de los años 50 hollywoodense -siempre aparecían escoltando a los grandes gánster de la época con su mirada y facciones duras- o de quién bendice el plástico para no perder nunca la falsa sonrisa, hablan de Eurovegas, y hasta ¡oh sarcasmo entre los discípulos del lenguaje fascistoide! de Sanidad.
Y de fondo, ese personaje todopoderoso, rey entre los reyes de los medios
económicos que imponene sus leyes destrozando el mundo, un mundo en el que el
Imperio del crimen como titulaba una película de Estados Unidos, tiene cada vez
fauces más abiertas.
Si llega a instalarse esa ciudad al margen de la ley -otro título de
película- los muertos que se vayan produciendo en el tiempo por cánceres de
pulmón, enfrentamientos de mafias, ajustes de cuentas, explotación y abuso de
drogas, violencia sexual de las mujeres esclavas de los hoteles, burdeles,
casinos de lujo, suicidas -que no faltarán- no podrán recaer legalmente sobre
estas gentes que impulsan tan fastuoso proyecto, gentes que fuera del valor del
dinero y la estulticia que su posesión provoca en sus celebraciones festivas y
vacaciones y urbanizaciones de cochambre -por mucho mármol y oro que las
revistan-, gentes que chapotean en las pútridas aguas de su estulticia y
vaciedad intelectual y ética. Y tampoco sobre sus conciencias, porque siempre
ignoraron el significado y valor de este concepto, igual que el de otros como
dignidad, moral, libertad.
Los fascistas que se declaran eficientes burócratas al servicio del poder
corrupto y criminal -sea en la paz o en la guerra, en los campos de
concentración bien provistos de hornos crematorios o en la lenta y apenas
visible muerte e indefensión social a que someten a sus pueblos en tiempos en
que las armas que también les sustentan se emplean contra otros pueblos- esos
fascistas que no dejan de asistir a desfiles de moda e incluso a palacios de la
ópera o galerías internacionales de arte, siempre se lavan las manos ante lo
que ellos creen no provocar, de lo que jamás se culpabilizan: burócratas del
mal, herederos de Lady Macbeth, que se limitan a decir: cumplimos órdenes. ¿De
quienes? Siempre existe alguien, aunque sea uno solo, al que declarar máximo
culpable.
La cúpula terrorista que usa en vez de uniformes, pardos o negros,
corbatas, fracs, trajes de moda, vestidos de noche, cuando resulta necesario,
se limita a instar a las fuerzas de su orden a medidas cada vez más drásticas y
punitivas contra quienes se quejan o manifiestan contra ellos.
Y esto no se combate de Pascuas a Ramos convocando una manifestación más o
menos festiva. Se combate cada día y todos los días.
Desde la calle, la voz, el papel, el ordenador, las reuniones, la
discusión, la organización, necesaria e imprescindible, no burocrática, y la
protesta continua y no sujeta a los dictados de quienes se muestran cada vez
más conservadores, porque tal vez así conviene a sus particulares intereses, no
al conjunto de la sociedad, sacrificada, desmoralizada y cada vez, por
desgracia, más pasiva.
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