JULIO ANGUITA
Escribo estas líneas en la tarde
del llamado Día de Reflexión. Afortunadamente no tengo que utilizar ese tiempo
concedido para terminar de calibrar una opción ante las urnas. Mi decisión de
voto hace tiempo que está tomada.
Sin embargo hay algo que me
preocupa y que va más allá de los resultados de mañana: el nuevo- viejo
escenario que se anticipa y la capacidad de organización, resistencia y
alternativa de los que hace tiempo están siendo las víctimas de esta crisis:
los de abajo. Son los que votando PP van a sufrir igualmente las consecuencia
de los designios ineluctables de los mercados, son los que han optado por un
PSOE desarbolado y que se aferran al último de los autoengaños: el giro de
Rubalcaba; igualmente para ellos serán los recortes, las privatizaciones y la
permanencia en un escenario sin horizonte.
Los dos partidos mayoritarios se
han instalado, hace tiempo, en una lógica que conduce inexorablemente a esta
política económica. Cualquiera que lo hiciera, incluso la misma IU o el PCE,
acabarían transitando por la misma vereda y con los mismos bagajes
programáticos: los del desmantelamiento de las conquistas sociales alcanzadas
con tantos sufrimientos.
Ante nuestros ojos se está
desarrollando un proceso más que inquietante, la consolidación económica,
social, política, cultural y de valores de un fascismo financiero. Los
contenidos de los conceptos Justicia, Democracia, Bienestar,
Constitución, Igualdad, Legalidad y Solidaridad han sido abducidos hacia el
mundo de lo quimérico. La palabra Mercado se usa con el mismo énfasis y la
misma unción que los fascismos usaban la palabra Patria. El Destino atribuido
por los dioses a una raza, un país o a una cultura es ahora sustituido por una
nueva fuerza a la que es imposible oponer resistencia: la Competitividad. Los
sacrificios, otrora demandados a los pueblos para estos alcanzaran la condición
de realización plena que nunca lograban, se demandan ahora para conseguir una
situación que así nunca llega ni llegará: la creación de empleo.
El fascismo como expresión
política, jurídica y cultural del capitalismo en situación de crisis no es sino
un Estado de Excepción total y global que suspende garantías jurídicas,
sociales, laborales y derechos políticos. ¿Qué otra cosa es lo que estamos
viendo en la Europa de la UE? Y de la misma manera que en los fascismos todo
gira en torno a una minoría económica detentadora de la riqueza y de los frutos
del expolio producido por la excepcionalidad, hoy los poderes financieros
dictan a los gobiernos leyes, normas, políticas, procesos y conminan con sus
ucases a los ya teóricos representantes de las también teóricas soberanías
nacionales.
Como todo proyecto global con
pretensión y vocación de hegemonía indiscutible, este fascismo financiero tiene
y desarrolla una lógica que informa todo su despliegue. Supedita todo a la
entronización de su concepto de Economía. Introduce en las mentes de las
personas dominadas posturas de sumisión y de aceptación acrítica plasmadas en
unos contravalores propios de la jungla social. Contamina el lenguaje hasta el
punto en que los diccionarios se ven impotentes ante este fenómeno que destruye
el hasta ahora nexo indisoluble entre las palabras y su significado. Subvierte
el mundo de los valores y de aquellas virtudes cívicas que fundamentan la
ciudadanía.
Creo que la mayoría sabe lo que
va a ocurrir tras el 20-N; no importa quien gane las elecciones; la decisión
está tomada por quienes pueden; al nuevo Gobierno solo le resta aplicarla. Por
eso considero absurdas las críticas a Rajoy acerca de sus silencios sobre las
medidas a tomar ¿Es que acaso no las gritan ya hasta las piedras? Los
integrantes del nuevo Gobierno saben ya lo que deben hacer y las dificultades
con las que tendrán que lidiar. Se ha estado preparando para ello.
Pero la pregunta inquietante es
la que se nos hace a nosotros ¿Sabemos lo que debemos hacer? Y este nosotros
hace referencia al PCE, a IU, a las otras organizaciones políticas, sociales,
culturales y alternativas. ¿Creemos que tras el 20-N se va a reanudar la
normalidad institucional y política? Si así lo pensamos es que no hemos caído
en la cuenta de que estamos ante un efectivo Estado de Excepción. Y no vale el
latiguillo o la frase hecha de que potenciaremos las movilizaciones y las
acciones de protesta en la calle. Hoy por hoy no está el horno para bollos.
La historia del PCE ha sido la de
asombrosa capacidad de crecerse y de plantear a la sociedad una línea de
actuación en tiempos de extrema gravedad. Estos lo son. Y lo primero que
debemos tener en mente es la justeza de ese mensaje lanzado desde el 15-M: la
pelea es entre los de arriba y los de abajo; y llamo de arriba no solo a los
que detentan realmente el poder sino a los que desde la tribuna, la cátedra, la
información, la política o las instituciones defienden los presupuestos
económicos e ideológicos de ese poder.
Toda reposición de fórmulas
acerca de la derecha, la izquierda, los sindicatos, etc. que se asienten en la
época anterior ya no sirve- porque solo hay vacío, cuerpos sin alma, máscaras
de museo etnográfico.
Creo que sería un error de los
que se pagan con usura el elucubrar sobre los datos institucionales y sus
posibles resquicios. Desde el día 21 alguien deberá Convocar o preparar una
autoconvocatoria para poner en marcha un proceso constituyente a nivel del
suelo, a nivel social y político que establezca su trabazón en torno a media
docena de propuestas económicas, democratizadoras y de regeneración ética. Y
ese alguien debe hacerlo dando una señal inequívoca de adecuación política y
organizativa para la nueva situación: los de abajo contra los de arriba. A un
Estado de Excepción se responde con otro.
Continuar como si nada hubiera
pasado no es solo un error, es también un crimen.
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